¿Qué haría Yo mi bien sin Tú mi mal?

Al principio me consideraba una persona asexual, después vino el gusto por el sexo, me volví convencional, si... ese agrado de follar con tu pareja, de saciar el instinto corpóreo e incluso cumplir un rol, no más.
Hasta que te conocí.... Y ya no sólo era gusto, era deseo, necesidad, placer, ganas de arrancarme las ropas, ponerme a tu merced y dejarte curtir mi piel... que el ácido que secreta tus glándulas salivales deje marcas imborrables, tomarte con ternura y con demencia, rasgarme con tus caricias, lavarme con tu sudor para no sentirme sucia, registrar tu aroma con la etiqueta pasión...
Después de mi primer encuentro sexual contigo mi vida cambio para siempre, suspiro más, al pensarte mi corazón se para y mi sexo palpita e inmediatamente percibo un hálito de pasión, cierro los ojos y encuentro tu mirada.
Si he de tatuarme una frase, esta debería ser ¡Odio la pasión y el ingenio me duele!, aunque ya lo esta en cada neurona y poro de mi cuerpo. Esa frase leída años atrás, ganándose mí simpatía; se introdujo en mi lectura una tarde, de esas que te sobrecogen después de una noche de diversión, madrugada de adicción y mañana de pasión, ultrajando mi esclerótica y pegándose sin tregua, cual vil sanguijuela, en cada centímetro de mi ser y alma y todo lo que me hace posible ser, ganándose así mi vida.
Y si me preguntan por nuestra historia o por lo que siento por ti, mi respuesta se resume en esa frase. Mi forma de ver la vida después de fornicar ante la luz del sol con tu mente, de curar la resaca en tu cuerpo, de robar tu energía fálica, darte mi vida en cada contractura y mirarte con pulcritud; se remite a esa frase.

Tú eres esa frase.

Sólo me queda decir que odio hablar de sexo contigo y me duele pensarte, para que comentar, para que describir lo que me provocas y haces ingeniar, si lo podemos ejecutar...