Gato azul que vive en mi Luna, bajas en sus rayos penetrando mi mente, estimulando al hipotálamo a que secrete tóxicas hormonas que me hacen sudar, delirar y desearte cada día más.
Me estremezco en la cama, me recuesto en tu pecho y tu corazón cuenta bradicardias que me arrullan; sólo durmiendo se calma la oftalmoplegia del delirio que provoca tu cercanía.
Cuando despierto sola y adolorida lo único que recuerdo es que nunca podré amar a alguien más que a la Luna susurrante, cómo el ronroneo de un gato, que cada noche ilumina mi rostro recostado en la almohada.
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